En Belém, Brasil, mientras se celebraba la cumbre climática de la ONU (COP30), marché junto a miles de activistas y pueblos indígenas para reclamar a los gobiernos que aborden con urgencia el cambio climático y protejan los derechos humanos.
Después de que países anfitriones anteriores restringieran este tipo de manifestaciones, la marcha del 15 de noviembre resultó estimulante. Sin embargo, pese a los llamados claros —y contundentes— de la sociedad civil para que la cumbre adoptara medidas más firmes frente al cambio climático y defendiera los derechos humanos, la COP30 no logró avanzar en dos cuestiones clave: los combustibles fósiles y la deforestación.
Human Rights Watch ha documentado los graves daños que sufren las comunidades situadas cerca de explotaciones de carbón, petróleo y gas, así como la violencia y el acaparamiento de tierras que siguen afrontando los pueblos indígenas y otras comunidades que dependen de los bosques. Antes de la cumbre, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, instó a los países a acordar “hojas de ruta” para abandonar los combustibles fósiles y poner fin a la deforestación, que ha sido desastrosa para las comunidades indígenas del país. Durante las negociaciones, más de 80 países —liderados por Colombia y con el apoyo de los Estados vulnerables al clima— presionaron para incluir en el texto final una hoja de ruta sobre combustibles fósiles.
Pero este impulso se topó con la oposición de países productores como India, Rusia y Arabia Saudita, y el texto final no menciona los combustibles fósiles ni incluye compromisos o plazos concretos para su eliminación progresiva. De forma similar, el texto final de la COP30 omitió una hoja de ruta sobre deforestación o compromisos vinculantes para proteger los bosques, muy lejos de lo que exige la evidencia científica y con lo que reclaman las comunidades en primera línea.
Las iniciativas más prometedoras parecen ahora surgir fuera del proceso formal de la COP. Aunque los detalles siguen siendo limitados, la presidencia brasileña anunció la creación de dos hojas de ruta: una para eliminar progresivamente los combustibles fósiles y otra para poner fin a la deforestación. El próximo paso concreto hacia la eliminación de los combustibles fósiles será una conferencia copresidida por Colombia y los Países Bajos en abril de 2026. Dentro del proceso de la COP30, los países acordaron establecer un mecanismo sobre la transición justa, se comprometieron a triplicar la financiación para la adaptación de aquí a 2035 y dieron el paso sin precedentes de reconocer “los derechos de los Pueblos Indígenas, así como sus derechos sobre la tierra y sus conocimientos tradicionales” en la decisión final de la COP30.
Pero para una cumbre destinada a impulsar los esfuerzos mundiales para estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero, la ausencia de avances tangibles en materia de combustibles fósiles y deforestación significa que la COP30 no estuvo a la altura de lo que se necesita para proteger a las personas y al planeta.